sábado, 9 de mayo de 2009

El frío de una hoja de acero en las entrañas

Sin ánimo de inaugurar este blog con un alarde de pedantería, comparto con vosotros unos versos de Bécquer...

-Capitán! pedantería a la vista!
-Lo siento muchacho, no podemos hacer nada, está lanzado y no conoce ni a su padre...
-La vírgen...

...pues eso, decía que comparto con vosotros esta rima ilustrativa como ella sola:

"Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias."


Uno considera sus relaciones amorosas como algo especial, único, irrepetible e imperecedero. Quizás sea eso lo que hace que, cuando se acaban, la sensación de devastación sea directamente proporcional a la percepción subjetiva que se tenía de la propia relación, es decir, a lo engañado que estuviera uno con respecto a su proyecto de pareja.

No querría que mi primer post sea tomado por un concurso de obviedades, pero claro, cuando se es el prota de la peli las sensaciones son tan intensas que cuesta no expresar lo que se siente, por más que pudiera haberlo escrito el mismísimo Perogrullo.

Pero no por obvias las cosas que pasan se desvanecen.

Oh sí, ya lo creo que pasan cosas, y son tan tangibles como el teclado con el que escribo.

De repente todo se tambalea y lo que antes era importante deja de serlo, todo gira en torno a lo que está pasando y oscurece el resto del mundo.

Las personas hablan a nuestro alrededor pero sólo percibimos ecos que se pierden en el aire, todo resulta onírico, distante e irreal y uno se queda anulado, sintiéndose más vulnerable de lo que nunca se ha sentido en toda tu vida, más desprotegido y malditamente vulnerable de lo que jamás se pudo concebir.

Se siente miedo, pánico, rabia, cariño, nostalgia, rencor, todo tan revuelto que no se sabe ni qué cojones se está sintiendo.

Y sobre todo se siente dolor. Un dolor que no le deseo ni al mismísimo diablo.

Tu vida, tal y como la conocías llega a su fin.

Hace un mes justo desde que morí y aún sigo llorando como un crío.

2 comentarios:

  1. Sólo por si te sirve de algún cínico consuelo, te pongo una frase de Pessoa que descubrí ayer: "Nunca amamos a nadie. Amamos al concepto que tenemos de alguien. En realidad, lo que amamos es algo nuestro"
    Gracias por tu visita. Saludos.

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  2. Creo que es lo más cierto que he oído (leído, en este caso) en los últimos meses, gracias por compartirlo.

    Por desgracia, una cosa es la teoría y otra este aluvión de sentimientos encontrados y confusos, pero la parte racional me dice que sí, que las cosas son como dice Pessoa. Y consuela, la verdad.

    Gracias mil a ti por la tuya.

    Saludos.

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