miércoles, 10 de marzo de 2010

Los Planetas son para el verano

No no se me ha ido la olla, es que hace un rato he puesto mi lista de Los Planetas en Spotify y, mientras los escucho, me he dado cuenta de una cosa curiosa.

Debía de andar la década de los 90 cerca de su ecuador cuando descubrí a este grupo y me aficioné a ellos poco a poco, casi canción por canción.

Después, como supongo que le sucede a todo el mundo con los grupos que les gustan, he pasado por etapas de mayor o menor acercamiento a su música.

Pero este verano marcó un punto de inflexión en este recorrido oscilante. Este verano me empapé de Los Planetas, me los bebí, me revolqué en ellos y salí impregnado de su esencia, de sus letras y de su música.

Si Jota así me lo indicaba, me podía sentir rebelde, dolido, vengativo, cínico, optimista, melancólico, perdedor, socarrón...

Reconozco que muchas tardes de ese verano me resultó muy cómodo dejarme llevar por la extraña mezcla de rabia y resignación que desprenden muchas de sus canciones... otras me hicieron sonreir asintiendo y otra que había oido ya mil veces, y que escuché otras mil este verano, me contó mi propia historia.

Fue tan intenso el proceso y me resultó tan placentero refugiarme en la música (no sólo en Los Planetas, pero sí mucho) que, por puro condicionamiento, ahora, mientras los escucho, veo (y huelo, y siento) esos días de verano, el calor, la manga corta, las cervezas en terrazas...

Y lo bueno es que, después de uno de los peores veranos de mi vida (superado gracias a barbacoas, viajes a Ortigueira, Londres, Cullera y Barcelona y el esfuerzo de mis amigos, claro), las sensaciones que acompañan a Los Planetas no son negativas, sino más bien agradables, y me evocan algo que, paradójicamente, no se encuentra situado en el pasado, sino en el futuro.

Si de mí depende, el próximo verano lo voy a disfrutar como no he disfrutado un verano desde hace mucho tiempo, que me lo he ganado.